Mensaje de Plenilunio 2010

¡Valoremos la trascendencia de la Obra de Cafh en el mundo! ¡Experimentemos la felicidad de participar de una obra que va más allá del término de nuestra vida y de las posibilidades que cada uno de nosotros pueda llegar a realizar! ¡Apreciemos el valor no solo de lo que alcanzamos con nuestro desenvolvimiento interior, sino el valor de cómo el proceso mismo nos transforma!

Somos conscientes de la trascendencia que la Obra de Cafh tiene en nuestras vidas y en el mundo. Somos parte de esta Obra de amor por elección propia. Asumir este cometido ha sido la respuesta a un despertar interior que ensanchó el horizonte de nuestras posibilidades y amplió nuestra perspectiva de manera notable. Hemos expandido nuestra conciencia, nuestro interés, nuestra visión del mundo y de la vida con los medios que nos fueron entregados.

Ante esta abundancia de bienes sentimos que es nuestra responsabilidad devolver al menos parte de lo mucho que hemos recibido. Sentimos la responsabilidad de ofrendar el fruto del desenvolvimiento espiritual a un mundo sediento de valores, de respuestas claras, que más que detenerse en teorías o especulaciones, anhela ver ideas hechas vida. Esta ofrenda implica entregar la fuerza espiritual que atesoramos en nuestro corazón para bien de las almas. Implica, también, aportar el sosiego y la plenitud de una vida consciente, comprometida y esencialmente libre.

Dar sentido de misión a esta labor es otorgarle importancia prioritaria en nuestra vida. Es dar aún mayor trascendencia a nuestra participación en la Obra de Cafh, a través de un hacer basado en esta actitud e intención. Esta misión se nutre de la vocación y responde a la conciencia y es por ello una potencia de amor que trasciende nuestra esfera personal y transforma nuestra voluntad en una fuerza creadora.

Los seres humanos necesitamos oportunidades y esperanza. Necesitamos saber que podemos dar un sentido trascendente a nuestra existencia. Lo que como Hijos e Hijas podemos dar, es la evidencia de lo que la práctica del método de Cafh produce en una vida, en la nuestra. Esto nos lleva a sentir la urgencia de focalizar aún más nuestras energías en el cumplimiento del propósito de nuestra existencia que es desenvolvernos plenamente. De esta manera honramos nuestra vida y nuestra pertenencia al Cuerpo Místico de Cafh.

Aspirar a una vida profunda, con sentido, es un gran paso; vivirla en lo cotidiano produce un resultado que nos trasciende.

Abracemos con renovado entusiasmo nuestra participación en la Obra de Cafh. La trascendencia de su propuesta se basa en el llamado a asumir la tarea de desenvolvimiento que cada uno realiza en su alma como la principal obra social para su propio bien y el de todos los seres humanos.

La participación amplia y voluntaria en la realización de la Obra de Cafh es nuestro compromiso. Cuando lo asumimos lo hacemos con entera libertad y por amor. Este rasgo nos libera del apego a nuestras acciones y nos permite explorar las innumerables posibilidades de nuestro camino para encontrar un lugar, nuestro lugar, dentro de esta maravillosa Obra de amor.

Desarrollemos, a través de nuestro propio desenvolvimiento, el pensamiento universal que Cafh propone. El Mensaje de la Renuncia es el aporte desinteresado que Cafh ofrece sin imponer ni pretender adueñarse de la verdad. Este Mensaje ha de llegar como un aliento de esperanza a una sociedad dividida en pares de opuestos que luchan entre sí por prevalecer.

Abracemos nuestra participación en la Obra de Cafh como reunión de almas que integran un cuerpo místico y como individuos que aportan su perspectiva única. La trascendencia del cumplimiento de nuestra vocación es una semilla depositada con amor en el corazón de las almas.

Como cuerpo místico, reunidos con un mismo objetivo, un mismo ideal, aunando esfuerzos, acompañándonos, comprendiéndonos, alentándonos mutuamente, trascendiendo lo particular, demos vida a una fuerza creadora que impulse el adelanto de la humanidad.

Desde nuestra perspectiva individual abramos camino usando inteligentemente nuestro libre albedrío, nuestra energía y las herramientas que la ascética y la mística de Cafh nos ofrecen. Profundicemos esta labor de abrir camino con nuestro creciente sentido de libertad y responsabilidad.

En el mundo de hoy, dar testimonio de que podemos usar nuestro libre albedrío de manera inteligente para desenvolvernos, para superar vallas reales e imaginarias, para vencer el temor de conocernos ampliamente y con libertad, es un bálsamo de amor que alivia las profundas heridas que surcan el rostro de la humanidad.

En medio de la generalizada enajenación que produce la vida agitada en la actualidad, reservar nuestras energías por amor y usarlas de manera positiva, como un suave hálito, transmite paz a nuestro alrededor. A través de esta reserva de energía fortalecemos valores al vivirlos; creamos nuevos ambientes de confianza y amistad; gestamos campos de posibilidades; damos esperanzas ciertas; generamos fe en las posibilidades del ser humano.

El trabajo ordenado y metódico que realizamos en nuestras vidas a través de la ascética mística de Cafh nos lleva a desarrollar un sentido de no posesión inteligente y sabio. Comprendemos el desacierto de aferrarnos a un objeto, a un sentimiento, a una persona, a una idea. Simultáneamente con esta comprensión, adquirimos una notable sensibilidad y percepción del entorno. Esto profundiza nuestro sentido de responsabilidad individual y social y da como resultado un desenvolvimiento tanto personal como de conjunto.

La libertad de pensar, sentir y actuar, basada en un sentido de responsabilidad desarrollado por la expansión de la propia conciencia, abre un inmenso campo de posibilidades para el ser humano. Dejamos de sentirnos constreñidos por normas, porque alimentamos valores interiores y profundos. Estos valores tienen la capacidad de transformar cualquier compromiso asumido en una forma de vivir, más que en una norma a seguir.

¡Qué gracia la nuestra de colaborar en la Gran Obra a través del granito de arena que cada uno de nosotros puede aportar!

La Divina Madre habló a nuestro corazón al encender la llama de la vocación. Acudimos a su llamado, prestos a comprometernos y a colaborar en la tarea que hemos abrazado. Fácilmente se podría calificar de audaz esta actitud, de no estar arraigados en nuestro corazón la fe, la confianza y el amor a lo divino.

Hagamos de la unión sensible que experimentamos desde el primer contacto con Cafh, el puente que nos conduce hacia la unión anímica, fruto de una práctica continuada de la Ascética de la Renuncia. Estos momentos de profunda unión anímica nos facultan para fijar nuestra alma en nuestro centro espiritual, haciendo vida la Mística del Corazón. Continuemos nuestro camino, avancemos hacia el horizonte que nos trasciende y anhelemos con todo nuestro ser la unión permanente con la Divina Madre. Esta Unión Substancial con Ella es nuestro destino y el de todas las almas.

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